Los mecánicos que no amaban a las motocicletas (Part IV)

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«Sí. Vale…. Vale… Se lo digo

El Ertzaina cuelga el teléfono. Su cara me está diciendo: «Macho, qué tropa…»

«Bueno, pues dice que no te quiere robar. Que se han tenido que ir del local de un día para otro. Que no te han podido avisar. Que la moto está bien. Que está en un local que le han dejado. Que la quiere arreglar y entregártela. Ah, y me permiten que te dé el número de sus móviles«.

Me debato entre el alivio y el escepticismo. La cara del ertzaina me inclina hacia lo segundo. «Si ves que te torean, vuelve«.

Salgo de la comisaría. Una de mis mayores preocupaciones era que la moto estuviera en la calle, en cualquier lado. Cuando no sabes siempre imaginas lo peor, una cuneta, tirada… Esos días llovía. Si es verdad que está en un local… No sé, quiero creerlo.

En ningún momento, durante esta historia les he atribuido maldad. No creo que esté ante una trama organizada de vehículos robados, ni piezas ni nada. No son ladrones, lo sé. Es gente con problemas, no hay duda. Pero también creo que los problemas les llegan por su manera de actuar. Es un bucle, y yo dando vueltas en la mitad. Joder!, creo que estoy desarrollando cierto síndrome de Estocolmo.

Llamo a Nano. 2 timbrazos. Me cuelga. Joder!

Llamo a Jenny. Contesta, menos mal. Que sí, que la moto está en una nave en un polígono en Lezo, que lo siente, que ha sido todo muy precipitado, que no me preocupe, que se van a dedicar 100 % (horror!, que  no diga eso) a mi moto, que casi lo tiene, que me llama…

Estocolmo.

Tengo que ir a trabajar.

A la mañana siguiente vuelvo a llamar. No me coge. Joder y joder! Agarro el coche. Me voy a Lezo.

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Lezo es un pequeño pueblo en la orilla de la bahía de Pasajes. En grabados del siglo XIX aparece en una loma junto al rio Oiartzun y con una preciosa playa en la bahia. Hoy, se asoma a un sucio puerto industrial y sus edificios se integran en un núcleo urbano que incluye a Rentería y Pasaia. Como cualquier pueblo que se precie tiene sus polígonos industriales. En Lezo,  se encuentran en la carretera que va hacia Gaintxurizketa, en dirección Irún.

Paso por Lezo, y enfilo Gaintxurizketa. Llego a un polígono, y accedo a él a través de una rotonda. Acabo de recordar, que justo donde está la rotonda, cuando yo era pequeño,  había un barracón con un letrero que decía «Escuelas Nacionales UNE».

Recordar cosas como esa me confirma que soy muy mayor ya.

Entro al polígono. Cientos de naves.  No sé bien lo que busco. Una nave, que se vea alguna moto… esto tiene pocas probabilidades de prosperar.

Giro en una calle y veo precisamente eso, una nave y unas motos. Me acerco. Sale un mecánico con una moto de poca cilindrada. Me mira. Lo miro. La cosa es tan tensa que tengo que bajar y acercarme. Le pregunto si ha oído de alguien que haya ido por el polígono con motos. No, no sabe nada. Quizá sea en el polígono de abajo, me dice. ¿Polígono abajo? Sí. Hay uno pequeño justo a la salida del pueblo.

Vuelta hacia Lezo. Sí, lo veo,  aquí tiene que ser. Doy una vuelta completa con el coche, no hay muchas naves. Esto es más manejable. Aparco.

A la vista no está.

Llamo a Jenny. «Estoy aquí. Quiero ir inmediatamente donde la moto» «Mira, mejor que no, porque Nano está muy nervioso, no te puede ver ahora«.

No me lo puedo creer. » ¿Cómo?«. «Ahora mismo, no es buena idea, de verdad«. Esto es muy subrealista. No sé qué decir. «Hagamos una cosa, dile a Nano que se vaya a dar un paseo y luego vienes a buscarme. No pienso moverme de aquí sin ver la moto

Sin ver la moto. ¿Sin ver la moto? ¿SIN VER LA MOTO?  ¿Yo he dicho eso? Debería haber dicho sin LLEVARME LA MOTO ¿No? ¿Qué coño está pasando?

ESTOCOLMO.

(Continuará)

Siguiente capítulo: La Reina en el pabellón de las motos corrientes. Part 5

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